DEPORTES
22 de diciembre de 2015
El equipo en el que todos tenían el mismo apellido
Ocurrió en Santa Rosa a fines de la década del ‘70, cuando los Lira armaron un combinado que jugó durante cinco años. No sólo los titulares y suplentes eran de la familia, sino también el director técnico, el preparador físico, el aguatero y la hinchada. Un hecho inédito a nivel mundial.
Todo eso que se cuenta en Santa Rosa es más o menos cierto salvo lo último, porque el equipo de la familia Lira no terminó invicto y perdió un partido de visitante: “En San Juan nos ganó Villa El Salvador 3 a 1; me acuerdo que nos agarramos una bronca bárbara, pero ¿qué quiere? si aquella cancha era un desastre, pura piedra por todos lados”, justifica Víctor Lira (65) que integró aquel histórico equipo, que para jugar de visitante alquilaba un colectivo y que no cobraba entradas, pero que organizó más de un partido a beneficio de algún vecino carenciado.
Para entender la historia hay que arrancar diciendo que en el pueblo de Las Catitas, a los Lira se los conoce como buenos deportistas, no sólo de la pelota sino también del pedal; algunos de ellos han formado parte del equipo municipal de ciclismo y Norberto Lira llegó a correr la “Doble La Paz”, en aquellos tiempos en los que el camino era pura tierra y polvo.
“En 1979 muchos de los Lira jugábamos en el club Eliseo Ortiz, de la Liga Rivadaviense”, recuerda don Víctor y sigue: “Habían cuatro jugadores con otros apellidos y el resto éramos todos Lira; así empezó la cosa. Primero como un chiste de los relatores de la radio y después llegó un primer desafío a la familia y así se armó el equipo y jugamos contra Villa del Parque; esos muchachos vinieron desde Godoy Cruz y salimos 5 a 5; después los invitamos a comer carne a la olla en la finca donde mi viejo era contratista”, relata.
El combinado de los Lira no sólo tenía a sus once titulares y cuatro suplentes con ese apellido, sino que también el técnico, el preparado físico y hasta el aguatero eran Lira.
“Mi tío Nemesio no jugaba al fútbol pero hacía de utilero”, cuenta Víctor, que jugaba de cinco y recuerda que las mujeres de la familia y los pibes más chicos hacían de hinchada.
Cuando los Lira jugaban de local lo hacían en la cancha del club Arenas Raffo (que la familia ayudó a fundar) y cuando los partidos terminaban, la fiesta seguía en la finca donde Norberto, técnico y papá de Víctor, era contratista.
“Mi mamá y mis tías preparaban la comida para agasajar al equipo visitante; también venían algunos guitarreros y a veces se armaban bailongos hasta la noche”.
En el equipo jugaban distintas generaciones y así, mientras que al arco lo custodiaba Pedro, un veterano que con 53 años se animaba a volar de palo a palo, adelante y de ocho, estaba Eduardo que recién andaba por los 15.
“No es por fanfarronear, pero hubo varios muy buenos y sólo nos faltó un padrino para que alguno llegara a Buenos Aires; fíjese que mi hermano el Indio Anselmo, que supo jugar para Andrade y para Monte Comán, tuvo la oportunidad de ir al Huracán de René Houseman, pero le faltó disciplina para entrenarse y nunca llegó”, cuenta.
El de los Lira era un equipo de contratistas y de hijos de contratistas; gente que trabajaba la viña y que, por la tarde, se ponía las alpargatas y se iba a entrenar en la misma finca donde había estado arando durante horas detrás de un caballo; a veces, si había luna llena, los picaditos se jugaban hasta entrada la noche.
“Jugamos durante cinco años hasta que algunos empezaron a irse del pueblo; fue una linda época de la que quedan buenos recuerdos”, cierra don Víctor. Fuente: Diario Los Andes - 24 de noviembre de 2011
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