OPINIÓN
18 de octubre de 2025
La Dormida: cuando la política duerme y la gente sobrevive bajo una carpa

Por estos días, en La Dormida, corazón humilde del departamento de Santa Rosa, una madre y sus cinco hijos viven en una carpa.

No es una metáfora: duermen, comen y resisten bajo una lona, mientras esperan que el Estado cumpla una promesa que ya lleva cinco años.
La mujer, Mayra Daiana González, asegura que el Municipio le viene prometiendo la construcción de un módulo habitacional desde hace tiempo. Pero la ayuda no llega. La burocracia, la indiferencia o la simple falta de empatía se combinan para que una familia siga enfrentando el frío y la lluvia, sin techo, sin respuestas y sin esperanza.
Teléfono de ayuda: 2634733206
Alias BNA: Dayigonzalez.24
Mientras tanto, cerca de esa carpa, un barrio de 76 viviendas sigue paralizado. Las obras se detuvieron y nadie explica por qué. En el mismo distrito, el barrio PROCREAR fue noticia por supuestas irregularidades: vecinos aseguran que las casas se entregaron a funcionarios, familiares y militantes del oficialismo local.
La historia fue visibilizada por el periodista Alejandro Ismael, quien apeló —con razón— a la buena voluntad de los ediles y de los candidatos de todas las fuerzas políticas. Pero parece que, en tiempos de elecciones, la empatía también entra en campaña.
Y entonces surge la pregunta que debería incomodar a todos: ¿Dónde están nuestros políticos cuando la pobreza no entra en agenda?
Hablan de inclusión, de justicia social, de derechos humanos… pero una madre con cinco hijos sigue durmiendo sobre la tierra. Hablan de progreso, pero los barrios están detenidos. Hablan de oportunidades, pero las oportunidades siempre parecen tener nombre y apellido.
El caso de La Dormida es apenas un reflejo de algo más profundo: la desconexión absoluta entre la política y la realidad. Una carpa se convierte así en símbolo de la ausencia del Estado, pero también del silencio cómplice de muchos que prefieren mirar para otro lado.
Porque mientras se discuten candidaturas y slogans, la pobreza no espera. Y la dignidad —esa palabra tan grande que algunos usan en los discursos— hoy se mide en lonas, frazadas y barro.
Por El Vocero del Este
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